El error creativo
¡Hola! Hoy tengo el lujo de compartirles este artículo que escribió Ceci para todos nosotros. Es una joya, sí ella y sus escritos también. Es una persona dedicada, excelente en sus talleres de escritura creativa (los recomiendo sin dudarlo), estudió Letras, es escritora (tiene ya tres libros y uno en camino) y tiene una vasta experiencia dando talleres diverso. Con su manera de explicar no solo invita a ejecutar las ideas sino que las convierte en realidad, hace posible que las palabras tomen cuerpo y presencia. Enciende las luces de la creatividad que tenemos en el cerebro, esas que a veces no sabemos ni dónde está el interruptor. Ya van a ver. Los dejo con esta lectura y luego leemos sus comentarios.
El error creativo
Tips para transformar el error en inspiración
Hay una clave muy importante para conectarnos con la creatividad:
desarrollar una buena relación con los errores. En los talleres noto que cuesta
muchísimo aceptar que los textos tienen un proceso de escritura. Estamos acostumbrados/as,
gracias a tantos años de escolaridad, a escribir, entregar y ser evaluados/as
todo al mismo tiempo. Nos entrenamos en evitar los errores porque nos bajan el
puntaje. Y además, pretendemos que nos salga perfecto al primer intento.
Es cierto que, si vamos a entregar un texto a otra persona, lo mejor es
que se entienda bien y para eso tenemos que conocer a fondo el código del
español. Saber sus reglas de uso en cada contexto es fundamental para
comunicarnos. Si de verdad queremos llegar al otro, necesitamos dedicarle un
tiempo a la corrección porque, es ese caso, un error puede generar un
malentendido. No es malo el error en sí mismo sino los problemas que me puede
traer. Nunca me voy a olvidar de la vez en que un amor extranjero me dijo “Me amo”
en lugar de “Te amo”.
Ahora bien: si estoy en una búsqueda creativa, tengo que aceptar que el
error es relativo. ¿Eh? ¿Cómo? Si escribo “Ayer fuimos a la plasa” está mal, es
un error objetivo. Pero si esa frase forma parte de una carta de un personaje
que está aprendiendo a escribir, por ejemplo, es totalmente válido. Lo sé, este
concepto es difícil de digerir. Pero quiero hacer la prueba. Te doy varios
ejemplos para que veas todo lo que podemos hacer con los errores.
Errores de tipeo. ¿Solés
escribir las palabras en otro orden? Pasa todo el tiempo. Pero a veces, nos dan
pistas interesantes. En mi primer libro, malapalabra
(https://www.ceciliamaugeri.com.ar/malapalabra/), venía hablando de la
formalidad y quise escribir el verso “con saco y corbata”. Me salió “con asco y
corbata” y me encantó, porque sin querer me aportó algo nuevo (el asco) y la
frase se me actualizó, perdió su pátina de lugar común. Si lo hubiera corregido
en el momento, me habría perdido la oportunidad de usarlo. Este tipo de errores
también sirve para descubrir anagramas. Puede ser una invitación a encontrar
más palabras dentro de una misma palabra. Entonces puedo empezar a jugar: saco,
asco, cosa, caso, caos.
El predictivo del celular.
Queremos decir algo y el predictivo siempre nos traiciona. Pero, si lo miramos
con mejores ojos, descubrimos un montón de combinaciones nuevas. La última que
recuerdo es “Estuve cantando Libro
soooooy” en lugar de “Estuve cantando Libre
soooooy”. Era un mensaje para mi hermana y nos estallamos de la risa. Me
imaginé convertida en libro, o creyéndome libro y me divertí un buen rato. Y
además está la relación entre los libros y la libertad, obvio.
Errores de ortografía. En
primer lugar, está el caso que ya mencioné (encontrar un personaje que pueda
escribir con errores). Un autor que trabaja este recurso al extremo es César
Bruto (https://www.ceciliamaugeri.com.ar/hijo-de-madre-viuda-de-cesar-bruto/).
Se trata de un narrador que escribe con todos los errores que puedas imaginar.
Y es consistente durante todo el texto. En segundo lugar, algo muy interesante
es descubrir cuáles son los errores típicos que cometemos. Yo siempre tengo que
prestar atención para escribir “rebelde”, porque en mi mente es “revelde”. Me
molestaba mucho hasta que vi que en ese error aparecía el color verde. A partir
de ese momento, además de jugar con la relación entre el verde y la rebeldía,
nunca más me olvidé de cómo se escribe correctamente.
Repetición de palabras. Es lo
típico que corregimos al toque. Pero, ¿qué pasaría si esa palabra que se repite
se repitiera todavía más? ¿Se arma algo interesante? La repetición es un
recurso que aporta al ritmo y la sonoridad del texto. Si no está trabajando en
ese sentido, lo mejor es sacarla. Pero antes podemos probar qué pasa si exageramos
ese “error”. Un ejemplo de esto es el poema “Rasgado” de Lila Zemborain
(https://www.ceciliamaugeri.com.ar/rasgado-fragmento-de-lila-zemborain/). Si lo
corregimos quitando las repeticiones, se cae el sentido.
La rima. A veces la rima sale
sola porque las palabras llaman a otras palabras con sonoridad similar. Si esto
ocurre cada tanto, distrae y es mejor sacarla. Pero puede ser una invitación a
jugar con el sonido del texto. Hoy por hoy tiene un tinte bastante irónico
porque es un recurso bastante “pasado de moda” pero, como todo, yo lo probaría
antes de descartarlo. Recordá que son excusas para explorar.
¿Aliteración o cacofonía? La
repetición de sonidos puede sonar bien o puede hacer ruido: ésta es la gran
diferencia entre la aliteración y la cacofonía. Por ejemplo, el verso “La
libélula vaga de la vaga ilusión” de Rubén Darío
(https://www.ceciliamaugeri.com.ar/sonatina-de-ruben-dario) (un maestro del
ritmo en la poesía) genera una melodía. Pero aún cuando encuentre una frase
cacofónica en mi texto, puedo desarrollarla y jugar con ese “ruido” que me
produce. ¿Dónde lo noto? ¿Cuál es el efecto que genera? ¿Puedo hacerlo a
propósito? ¿Para qué me podría servir?
Los errores de puntuación. Son
los reyes del malentendido. No es lo mismo decir “Vamos a comer, chicos” que
“Vamos a comer chicos”. Pero, nuevamente, podría imaginarme una truculenta
historia antropofágica y entonces el error se convierte en inspiración.
¡Y así podríamos seguir por horas, porque los errores son muy variados!
Me parece que ya queda claro que el error puede ser un gran aliado para la
creatividad. Pero primero tengo que aceptarlo y hacerle un lugar en mi
escritura. ¿Cómo? Aquí va la receta:
1) Escribí el texto de un tirón.
2) Contenete de corregir al instante. Dejá reposar el texto por lo menos
un día.
3) Releé el texto y marcá (¡Sin tachar, por favor! Con cariño) lo que
considerás “errores”. Resaltá, subrayá o circulá todo lo que cambiarías.
4) Preguntate a qué te invita cada error. ¿Me propone inventar palabras
nuevas? ¿Cambiar de voz? ¿Hacer juegos de palabras? ¿Unir conceptos que pensaba
como separados? ¿Jugar con el ritmo y la sonoridad? Hay mil opciones.
5) Probá desarrollando una de esas propuestas en un texto aparte. Esto es
importante para darte mayor libertad. Si intentás hacerlo en el mismo texto,
probablemente te sientas obligado/a a mantener la coherencia.
6) Coleccioná tus errores. Puede ser en tu cuaderno, en las notas del
celu, en un archivo de Word, en un audio, lo que te quede más cómodo. Es
importante que les des un espacio para volver a jugar cuando lo necesites.
¿Alguna vez pensaste en usar tus errores a tu favor?
¿Te animás a probar este ejercicio? ¡Después contame cómo te fue!
Súper interesante. Tengo este ejercicio ya incluido en mis pendientes. Cómo se haría una devolución de un texto así? Es la escritura como la vida misma.
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