Crear - 7 de julio de 2015




Y la tierra estaba desordenada y vacía, 
y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, 
y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. 
Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. 
Génesis 1:2-3 

crear. 

(Del lat. creāre). 

1. tr. Producir algo de la nada. Dios creó cielos y tierra. 

2. tr. Establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado. Crear una industria, un género literario, un sistema filosófico, un orden político, necesidades, derechos, abusos. 

3. tr. Instituir un nuevo empleo o dignidad. Crear el oficio de condestable. 

4. tr. Hacer, por elección o nombramiento, a alguien lo que antes no era. U. especialmente referido a dignidades muy elevadas, por lo común eclesiásticas y vitalicias. Fue creado Papa. Será creado cardenal. 

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“Producir algo de la nada”. ¿De la nada? Es curioso que el ejemplo sea el primer versículo del primer libro de la Biblia. Génesis 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y el segundo versículo describe cómo estaba esa tierra: desordenada y vacía.

Luego: “Y dijo Dios: sea la luz y fue la luz”. Impresionante, decir algo y que sea. De la nada no fue, hubo palabra, lenguaje, que lleva en sí mismo la creación.

Hay autores, como Humberto Maturana y Rafael Echeverría, que me gustan mucho. Estoy disfrutando del viaje a través de las páginas de sus libros en este tiempo. Una de las cosas que aprendí de ellos es la importancia de nuestro organismo como reproductor, creador y generador de células. Asimismo, todo nuestro ser se puede reproducir y mejor aún autogenerar: creando nuestra vida a través de las palabras. Las cuales nos dan el poder de inventar quien queremos ser, quienes somos y seremos. Cuando alguien te pregunta ¿quién sos? Empezamos a decir algo: somos el relato que contamos de nosotros. Además, somos el relato que los demás cuentan de nosotros. Pero el más importante es el que digo de mí mismo.

Si mis palabras tienen ese poder generador, como dice el texto del primer libro de la Biblia, porque fuimos creados a imagen del Creador (lean Génesis si quieren corroborar), quiere decir que podemos crear mundos e incluso nuestros universos.

Establecer, fundar, introducir algo por primera vez a tu vida podría ser la forma de reinventarte para vivir del modo que te gustaría y comenzar ese camino nuevo que al transitarlo te transforma. Vas sumando y restando luces, sombras, sueños y espacios. Para que surjan ríos, arroyos y corrientes de agua, cascadas y lagunas calmas. Tu interior se va poblando así de vegetación nueva que no tiene nombre, es nueva, la inventaste vos, la creaste, no de la nada sino con tus palabras. Esas palabras que invaden tu universo y tu mundo que nombran a los ríos y a los árboles donde moran pajaritos con diferentes canciones que llevarán el nombre que se te ocurra.

Luego vendrá la tierra firme, no todo es agua se pueden formar los cimientos del mundo con magma interior y dureza exterior para que todo lo que florezca o camine sobre la faz de tu tierra pueda sostenerse.

El alimento y poder de tu mundo surgirá de cuánto proveas vos a tu magma para que tus volcanes hagan erupción en el momento correcto y tus placas tectónicas se entrecrucen cuando precises algún movimiento sísmico para desestabilizar algún área demasiado rígida o que ya no le queda a ese paisaje.

Por las noches, las luciérnagas que precises vendrán a visitarte si lo deseas. Las lumbreras del cielo te saludarán y cantarán alguna canción de cuna o un rock and roll para que puedas danzar al ritmo de tu corazón.

Hacer nacer o dar vida es una cualidad que tiene el lenguaje, eso quiere decir que es generativo. Podés dar nombre a cosas que no existen y de ese modo las hacemos aparecer. Aquí mismo en este papel estoy creando este pequeño mundo que vos estás leyendo, es parte de mi magma de mi fuerza interior que quiero transmitir. No como un volcán sino como un río que nutre la tierra y a su tiempo hace que la naturaleza dé sus frutos.

Las palabras pueden hacer que te levantes o que describas ese pozo donde dijiste que estás. Las palabras que uses dirán más de tu ser de lo que creés. Usálas bien, con conciencia y dedicación, para que tu mundo sea cada día mejor, más parecido a lo que soñás y te hace feliz.

Todo puede cambiar, no hay nada establecido que no puedas modificar, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Un terremoto, un maremoto, un huracán? Sí, son catástrofes interiores que duelen y se sufren muchísimo. De todos modos, que sean bienvenidos si luego harán florecer lo más genuino de nuestro ser.

Esos animales que te dan miedo o que quieren devorar las margaritas que sembraste con tanto amor, hasta ellos pueden domesticarse. Las sombras que por las noches vienen a cubrir unos ojos que llueven, también se pueden domesticar o aprender a quererlas y convivir con ellas.

No dudes del poder de tus palabras, tanto las buenas como las malas, pueden construirte o derrumbarte. Creá ese mundo que tanto imaginás, esos cielos de colores donde vuelan libres tantas aves cargadas de poesía y esos mares profundos con olas de mil metros que te divierten y te liberan del calor. Los bosques verdes llenos de humedad que te dan aventuras y sueños nuevos. Inventá ríos y arroyos donde saciar tu sed y adonde puedas invitar a otros a servirse. Donde otros puedan tomar prestadas estas palabras para generar su nuevo mundo.

Diseñá maneras de cultivar tus huertas, criar tus animales y amar a tus mascotas. Un mundo donde puedas pararte firme y gritar a los cuatro vientos lo que sos, lo que serás.

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