Hermanos

No puedo dormir. Lo que vi ayer no me lo puedo borrar de la cabeza. Me parece mucho para digerir, para comprender. ¿Quién puede hacer una cosa así? No lo entiendo. Me voy a levantar y preparar unos mates, ni sé si tengo yerba, sino me hago un té o me armo un faso. Quiero dormir sin pensar en eso, mañana tenemos un día largo en el laburo y yo acá, dando vueltas. Para colmo tengo una contractura en el cuello y los hombros, me mata, de tanto cargar esas benditas bolsas.

***
Ayer fue un día como cualquiera. Con mi hermano Juan Pablo fuimos a laburar como todos los días. A las 5 am arriba. Mate amargo, unos libritos de grasa y casi sin hablar nos movemos como un baile ensayado durante muchos años. Es lógico, casi llevamos ocho viviendo juntos en esta pieza que le alquilamos a Doña Mirta. Es una buena señora, nos banca cuando no llegamos a pagarle el mes y no nos cobra intereses, ella sabe lo jodido que está todo y creo que un poco nos quiere.

En la pieza tenemos todo lo que precisamos, dos camas de una plaza, un anafe eléctrico, un baño con ducha y una estufita del año del ñaupa, pero que todavía se las arregla para que no nos congelemos en invierno. Lo único malo es la ventana tan chica y que encima da al pulmón del edificio, pero bueno, todo no se puede en esta vida. Yo soy muy agradecido, es más de lo que tenía hace un tiempo.

Ahora es otoño y sigue el calorcito, así que estamos chochos. La cosa es que estamos bien así, con Juan Pablo nos llevamos cuatro años de diferencia, él es el mayor y yo lo admiro mucho, es un trabajador de primera, me hizo entrar en la empresa de telas de un judío de por acá cerca, a unas cuadras. Siempre le digo que me salvó la vida. En Santiago del Estero nos moríamos de hambre, después de la muerte de mamá ya no me quedaba mucho por hacer ahí. No me quedaba más familia. Decidí venir a Buenos Aires con él y me recibió muy feliz. Me esperó en Retiro cuando llegué con mis dos bolsos y lo puesto.

A la semana ya tenía laburo. Nos toca sacar las bolsas de retazos, primero las dividimos por color porque creo que hay gente que los compra para reciclar, o no sé qué cuernos harán con eso. Es como sacar la basura, pero tan basura no es si otros lo pueden reutilizar. Nuestros compañeros nos dicen los hermanitos basureros, al principio me molestaba, ahora ya no. Prefiero eso y no que me anden llamando santiagueño todo el día, con ese tonito que todos conocemos.

Como iba diciendo, ayer fue un día como cualquiera. Por la mañana teníamos como cien bolsas para armar y sacar. Lo hicimos y tardamos mucho más que de costumbre porque mi hermano se tuvo que ir a hacer un trámite. Solo me cuesta más, porque me distraigo, con él pa, pa, pa y sacamos todo de una. Volvió y terminamos de separar los retazos. Más de tardecita sacamos todas las bolsas para que las retire el camión de la empresa.

No sé cómo contarles esto, me da escalofríos. Cuando faltaban pocos bultos para subir al camión, siento en una de las bolsas algo duro. No le di importancia, a veces la tela si se moja se pegotea con las demás y forma una pelota. Lancé otra bolsa y palpé otra dureza y así con las cuatro siguientes. Mi hermano fue al baño un momento y yo aproveché para abrirlas y sacarme la duda.

Nuestro jefe es muy exigente en cuanto a la mercadería que entregamos y no importa que sean las sobras de las telas, todo tiene que estar en orden. Al abrir la primera bolsa pude imaginar qué contenía el resto. Vomité al instante, vi un brazo ensangrentado, con un corte como de motosierra. Me limpié la boca con mi remera y miré rápidamente las demás y encontré más partes de un cuerpo de mujer, pero no estaba la cabeza.

***

Pasaron dos días y todavía no puedo conciliar el sueño. Me quedé mudo, no hice nada en el momento. Cerré todos los bultos y me fui. No esperé a Juan Pablo, que tardaba y tardaba en el baño. Salí corriendo, llegué agitado a la pensión de Doña Mirta, ni la saludé, entré a nuestra pieza y lloré mientras me duchaba, temblaba. No puedo borrar de mi mente esas imágenes.

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Juan Pablo está roncando no soporto cuando duerme tan profundo, qué envidia me da. Sin embargo, ahora siento una angustia que me explota el pecho, no podría dormir ni aunque me dieran cien pastillas.
Estos últimos días no fui a trabajar, me hice el enfermo para que nadie me preguntara nada, para no ver a nadie ni siquiera me despertaba cuando Juan Pablo salía. Me tapaba la cara con el acolchado para que no me hable.

Tenía nombre, ese cuerpo tenía nombre y yo lo sabía. Reconocí el tatuaje de la rosa que llevaba en la muñeca. Era Noelia, la novia de mi hermano, hace un mes que ella cortó la relación y estaba saliendo con otro flaco. No sé bien cómo venía la mano, sí sé que Juan es un celoso empedernido. La mató, la mató como a un perro y miren lo que le hizo. Pobrecita, Noelia, que Dios te tenga en la gloria. Tan linda, tan joven, toda la vida por delante. Pienso en ella y se me escapan las lágrimas. Pero él es mi hermano, no puedo verlo pudrirse en una cárcel, yo lo quiero, quiero que esté bien. ¿Cómo no me di cuenta antes? ¿Está loco? ¿Qué le pasa? ¿Cómo puede seguir su vida tan campante, como si nada hubiera sucedido?

***

En una hora sonará el despertador. Yo sigo sin dormir, me vence el sueño de a ratos, pero estoy muy mal, en una hora llega la policía y se llevan a mi hermano. Anoche hice la denuncia en la comisaría de acá la vuelta. Lo que hizo no tiene perdón. Creo que no lo voy a ver nunca más. Ojalá que a partir de ahora al menos yo pueda dormir tranquilo.

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