Despedir - 11 de julio de 2015
Despedir: (Del lat. expetĕre).
1. tr. Soltar, desprender,
arrojar algo. Despedir el dardo, la lanza, la piedra.
2. tr. Difundir o esparcir.
Despedir olor, rayos de luz.
3. tr. Apartar o arrojar de sí algo
no material.
4. tr. Alejar, deponer a alguien
de su cargo, prescindir de sus servicios. Despedir al criado, las tropas. U. t.
c. prnl.
5. tr. Dicho de una persona:
Apartar de sí a alguien que le es gravoso o molesto.
6. tr. Acompañar durante algún
rato por obsequio a quien sale de una casa o un pueblo, o emprende un viaje.
7. tr. Dicho de una costa, de un
cabo o de una punta: Extender hacia el mar algún arrecife u otro obstáculo.
8. prnl. Hacer o decir alguna
expresión de afecto o cortesía para separarse de alguien.
9. prnl. Renunciar a la esperanza
de poseer o alcanzar algo. Despídete de ese dinero.
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¿Qué sensación te produce escuchar o leer la palabra
despedir? A mí, una no muy buena. Rara, como si la tristeza me diera una
palmadita en la espalda.
Me di cuenta de cuántas despedidas hay en nuestra vida,
veamos estas expresiones: chau, adiós, hasta luego, hasta siempre, hasta nunca,
nos vemos, hasta mañana, buen fin de semana, son bastante comunes. Algunas las
decimos casi a diario, otras en momentos especiales.
¿Por qué percibo que la tristeza me da una palmadita en la
espalda cuando leo la palabra despedir? Es porque mi mente evoca una imagen
triste: el entierro de mi mamá. Esa fue una despedida, un hasta siempre.
Porque, aunque no la vea, ella vive en mi memoria. Ese ritual del adiós a un
ser querido que fallece, es uno de los más dolorosos. Creo que uno se llora a
sí mismo, porque se queda solo.
Eso es solo una parte de mi historia. Cuando cumplí veinte
años, decidí que me iba a independizar, me fui de mi casa hasta hoy. Me despedí
de la gente que me rodeaba: mi papá, mi hermana y amigos. Me parece que no
hicimos ninguna despedida importante, solo un chau a todos y me fui. El ritual
en este caso fue rápido. Nunca más volví a mi casa, armé mi camino en estas
tierras y decir adiós tuvo un costo importante. Valió la pena, fue para crecer,
madurar y ser quien soy ahora.
También recuerdo mi despedida de soltera. Ese es otro
ritual, muy divertido donde entre amigas se dice hasta nunca a la soltería (qué
miedo). De un estado civil se pasa a otro y ya no se puede volver al anterior.
Es bueno recordar que toda despedida tiene una consecuencia cuando se alejan
situaciones, personas o estados civiles. Es una forma de reescribir nuestra
vida.
Cuando pronunciamos la expresión de despedida, eso es
despedirse. Que lo diga ya tiene un peso en la realidad que exige su
cumplimiento. Muchas veces, al hablar por teléfono decimos chau a un amigo y
nos quedamos charlando media hora más. Pero tarde o temprano se ejecuta esa
sentencia que marcó solo una palabra: chau.
Hay una costumbre,
quizás venga de los europeos, de saludar en la puerta al que se va. Casi todos
los veranos de mi vida los pasé en Misiones, en casa de mis abuelos. Cuando
llegaba el día en que nos teníamos que volver a Buenos Aires, nos saludábamos
todos dentro de la casa: abrazos y besos. Después, nos subíamos al auto y ellos
se quedaban en el portón agitando las manos, con forma de ochos en el aire,
despidiéndose mientras el auto se alejaba, miraban cómo nos íbamos achicando en
el horizonte. Este ritual trata de prolongar la presencia de los demás la mayor
cantidad de tiempo posible. Mientras te veo no te fuiste del todo.
¿Te pasó, alguna vez, que tenías visitas en tu casa y no se
iban más? Se hicieron las 2 a.m., tus hijos no se duermen, vos no das más de
sueño, pero los invitados están con un entusiasmo contando las mil y una
aventuras que vivieron cuando se les rompió el caño de la cocina. Qué
insoportable. ¿Cómo hacer para que se vayan? No querés ser descortés, es gente
que cae bien, solo tenés sueño. No podés pronunciar ninguna de las expresiones
de la despedida. Entonces, empezás a caminar, a juntar la mesa, a lavar los
platos, a barrer, vas al baño, te sacás el maquillaje, bueno un poco exagerado
lo mío, pero algo así. Este tipo de situaciones tienen arreglo, si hay
confianza se blanquea que uno tiene sueño y listo.
Me pregunto qué sucede con personas que pululan a nuestro
alrededor y a las que queremos decirles un HASTA NUNCA enorme, y no nos sale.
¿Qué hay de situaciones agobiantes a las que les decimos chau, pero con cara
dehasta mañana? Y se repiten y se repiten. ¿Qué rituales debemos realizar, con
humo, con palabras mágicas, danzas o polvos de colores para que nos apartemos
de lo que nos daña? A veces, no alcanzan las palabras para que se efectivice el
adiós. Tal vez necesitemos saludar desde la puerta hasta asegurarnos de que esa
figura se esfumó en el horizonte.
A cada circunstancia le cabe mejor alguna expresión depende
de lo que necesites: soltar, desprenderte, arrojar con violencia, difundir,
esparcir, apartar, alejar, deponer a alguien de un pedestal, decir en voz alta
la palabra de separación de alguien o renunciar a la esperanza de que algo
cambie mágicamente, sin una intervención de tu parte.
La idea de algunas despedidas es mantener una sana distancia
para luego volver a acercarnos. Hacer lugar para nuevas situaciones y
experiencias. Otras veces, un hasta nunca o un hasta siempre son adecuados.
Escuchemos nuestra intuición para no traicionarnos, ya lo
dijo Cerati en una de sus preciosas canciones: “Poder decir adiós es crecer”.
Después de todo, sin despedidas no hay bienvenidas.
Muchas gracias.
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